Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy

“¡Que bueno es saludar y ser saludado!” Es una de las frases más recurrentes que escuchamos en el sistema integrado de transporte especialmente en el Transmilenio, pues, cientos de personas diariamente nos movilizamos en este medio y otras subsisten gracias a el, es el caso de trabajadores informales con discapacidad, que cantando o vendiendo algún comestible se rebuscan para vivir.

En Colombia vivir con una discapacidad es un reto, no solamente por la discriminación a la que son sometidas las personas con discapacidad, sino también porque se les vulneran todos sus derechos. El desconocimiento, los imaginarios sociales sumados a las barreras físicas, sociales, económicas y de actitud hacen parte de la cotidianidad de esta población.

Trabajar en el Transmilenio no es fácil, pero se convierte en la única opción cuando las oportunidades de conseguir un empleo formal son nulas y cuando existe la creencia que las personas con discapacidad son inútiles y que deben vivir de la mendicidad y de la caridad. Para Vanessa Lozano, madre cabeza de hogar y mujer con discapacidad visual, lo más difícil es lidiar con la intolerancia de los usuarios.

También, “en algunas ocasiones hombres aprovechándose que no veo me han tocado la cola y han sido atrevidos conmigo, es que uno está muy expuesto, por ejemplo, a los robos y todo tipo de agresiones; por otra parte, muchas personas creen que me hago la ciega o que tengo subsidios y que por eso no debería estar en el Transmilenio”, menciona Vanessa, lideresa de la población con discapacidad y quien hace ocho años trabaja en este medio de transporte.

En nuestro país según el DANE el 7,2% de Los Colombianos tiene alguna discapacidad, lo que se traduce en cerca de tres millones y medio de personas con discapacidad. Mientras que, La Organización Mundial de la Salud OMS presenta un estimado de alrededor del 15% de la población con alguna discapacidad en Colombia.

Una investigación realizada en el 2016 por la Universidad La Gran Colombia muestra que la tasa de desempleo para la población con discapacidad visual es siete veces la del país (62%), siendo la tasa de desempleo para mujeres del 69% y la de los hombres del 54%. Estas cifras relacionadas únicamente con personas con discapacidad visual, es decir; ciegos y baja visión,  que en nuestro país son aproximadamente 1.948.332 de personas, sin tener en cuenta las mujeres y hombres con otros tipos de discapacidad.

Para Cristian Fernando Garzón hombre baja visión, el panorama no es alentador pues, la intolerancia y el menosprecio tanto de usuarios como de algunos conductores le generan maltrato e incomodidad; “yo trabajo en el Transmilenio porque no tengo otra opción, son muchas las obligaciones y mis responsabilidades”, resalta Cristian joven de 26 años y padre de familia.

Las personas con discapacidad tienen tan restringidas sus posibilidades de tener un proyecto de vida, que quienes se atreven a realizarlo en pareja se ven sometidos al escarnio público… Pues estando así ¡¿cómo se les ocurre tener familia?!  Además, se deben enfrentar a la pobreza por la falta de inserción laboral, otra de las causas es la poca formación para el trabajo y el difícil acceso a la educación de esta población, por lo que deben acudir a la informalidad o al famoso rebusque.

“Para mí ha sido bastante complicado, pero le agradezco al sistema porque es el medio que me permite traer un sustento a mi hogar, pero por otro lado, es muy difícil la indiferencia e intolerancia que vivimos diariamente”, resalta Angie Zambrano mujer con discapacidad visual y quien está embarazada de su segunda hija.

Agrega que, tiene sueños como tener una casa propia y que desea una vida mejor para su familia por lo que en ocasiones se debe tragar las lágrimas y hacer de tripas corazón frente a distintas agresiones que ha vivido en el Transmilenio. Angie quien tiene 25 años y hace 3 se dedica a la informalidad participa activamente en el movimiento social de esta población, buscando la garantía de sus derechos.

Del mismo modo, otras personas con discapacidad que trabajan en Transmilenio denuncian que especialmente las mujeres han vivido agresiones verbales y físicas por extranjeros que reclaman la exclusividad para trabajar en este medio; también, que algunos conductores del sistema ya los conocen y les cierran la puerta para que no se suban al articulado, lo que les ha ocasionado que se les rompan los bastones guía, los cuales cuestan entre $ 90.000 y $ 300.000.

Con el objetivo de dar solución a estas problemáticas que están viviendo las personas con discapacidad, se organizaron en un colectivo y con el apoyo del concejal Andrés Onzaga, quien lidera la bancada por la discapacidad en el Concejo de Bogotá, están realizando mesas de diálogo con distintas entidades distritales como Transmilenio, la Secretaría de Integración Social, Secretaría de Desarrollo Económico entre otras.

“Es súper importante organizarnos porque en colectivo podemos lograr más cosas y aunque, lo que hacemos a muchas personas no les gusta, si debemos tener las mejores condiciones en igualdad de derechos con las demás”, menciona Vanesa Lozano una de las lideresas de este colectivo. Vale la pena resaltar que en el Transmilenio existen trabajadores con discapacidad que son técnicos y profesionales que si tuvieran una oportunidad laboral distinta se retirarían de este medio.

Por otra parte, con el apoyo de la Fundación Sirius Una Nueva Luz y estudiantes de la Universidad Los Libertadores están realizando una serie de contenidos audiovisuales para visibilizar esta problemática, disminuir imaginarios que recaen fuertemente sobre esta población y enseñar que lo que hacen es la única opción laboral que tienen y es su sustento diario.