Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy
De ante mano les pido excusas por mi atrevimiento y permitirme a través de estas líneas expresar lo que siento y hacerlo como se me dé la gana.
Hace 15 años trabajo con la mayor pasión por nuestra población, resalto ¡nuestra! Porque como mujer y al vivir con una discapacidad tengo un gran sentido de pertenencia por nuestras formas de hacer y empatía por mis otras y otros pares. Recuerdo que cuando comencé al lado de mi amiga Natalia Morales, lo que más nos repetían era: “trabajar con la discapacidad es muy difícil”. Si, eso nos decían, con la discapacidad, ni siquiera la forma de decirlo tenía rostros, humanidad, y bien, el lenguaje sí que construye realidades; realidades que comprendí desde el primer momento, pero con esa terquedad que me caracteriza, sumada a mis ganas de hacer y como dice mi mamá ¡usted sí que se inventa cosas!, decidí echarle ganas y es lo que he estado haciendo por tanto tiempo.
No voy a mencionar una amplia lista con los logros y desafíos, eso en este momento no me corresponde, mejor que hablen los hechos y las voces; esas voces que en ocasiones no comprendo, que han compartido conmigo en la sala de mi casa, en alguna marcha buscando la garantía de nuestros derechos o quizás en un bar, disfrutando de una cerveza, hablando de temas tan importantes para nosotras las mujeres y hombres que disfrutan de su sonido, su imponencia y sensualidad, como lo son los tacones.
Esos tan perversos, elegantes y sujetos de tantas críticas, sobre todo si quienes los lucimos somos mujeres con discapacidad, mejor, lo correcto es mencionar que las críticas son para nosotras por atrevernos a usarlos, sentirnos atractivas y defenderlos, incluso de otras con discapacidad que ahora también los usan o desearían hacerlo.
Parece que me estoy desviando del tema, es justamente sobre eso, no, ¡no los tacones!, las críticas, las que no nos dejan avanzar, incomodan y hacen tanto daño; finalizando el año pasado que por cierto terminó muy rápido, asistí a varios importantes eventos enfocados en personas con discapacidad y empecé a recordar, bueno si en algún momento se me había olvidado, porqué es tan difícil hacer por esta comunidad.
En uno me encantó la cordialidad, atención y nerviosismo de los anfitriones; así mismo la organización, programación y la cantidad de personas con y sin discapacidad que asistieron, incluso conocí a una hermosa niña que acompañaba a su hermano con discapacidad intelectual, gracias a su espontaneidad, inteligencia y carisma, tuve la oportunidad de aprender sobre otra discapacidad y aumentar mi orgullo por las familias colombianas que luchan cada día por los suyos y por vivir. Claro, las protagonistas de estas líneas ¿o de nuestras vidas? no se hicieron esperar, y aparecieron con ímpetu y resentimiento, que el evento debió ser de esta manera, que por qué no mejor esto o aquello, que mire a fulano como se vistió, que tan poquito lo que dieron, etc. Por fortuna el sonido estaba lo suficientemente fuerte para no escuchar tantas quejas y reclamos.
En otro evento, este con menos asistentes, fue evidente el empeño que le dedicaron a su organización, lo interesante de las y los panelistas y el interés genuino de la mayoría de participantes; sin embargo, de nuevo tenían que aparecer, para arruinarlo y generar malestar.
Asistí con otras mujeres con discapacidad, que les interesaba el tema y que trabajan por la población. Nos ubicamos en la parte de adelante, cerca de la puerta, esto para poder salir al baño sin molestar, a nuestro alrededor se empezaron a llenar las sillas, cordialmente saludamos a varias personas, mientras que comenzaba la actividad las y los asistentes conversábamos y cuando esta dio inicio varios continuaron tranquilamente en sus charlas, históricamente pedimos ser escuchados, pero hacerlo sí que nos cuesta.
Durante el receso un hombre con discapacidad visual me dijo ¿Usted es Tatiana la de Sirius? A Lo que le respondí que sí, me dijo “usted conoce…” y me nombró varios hombres, algunos consejeros distritales, respondí afirmativamente, a continuación, resaltó “sí, sabía que usted era de ellos” ¿De ellos? Dije, yo apoyo procesos, luego, increpándome mencionó: “por eso, cuando uno apoya procesos, apoya a las personas”.
Decidí no continuar hablando con ese personaje, que posteriormente me enteré que era concejero local, bueno eso afirmó el, a lo largo del día no hice sino escucharlo, a él y sus compañeras también consejeras locales, esto no porque quisiera, sino, por el destino, pues, estaban sentados detrás mío; los comentarios que hacían eran espantosos, criticaban y hablaban mal de todo el que pudieran.
“Que esa vieja sí que era no sé qué”, “que el peor era ese ciego”, “que tal como estaba vestida”, “que sultano no hablara”, “que pereza esa gente”, “que todos ciegos”; siendo ellos también, personas con discapacidad visual. Fue tan agotador el desborde de comentarios que con mis compañeras tomamos la mejor decisión, cambiarnos de asientos.
En nuestros nuevos lugares volvió la armonía y mientras que, las intérpretes con todo el respeto y dedicación narraban a personas sordociegas y con discapacidad auditiva lo que sucedía, nosotras nos concentramos en las intervenciones de quienes estaban en tarima, que por cierto fueron muy buenas y enriquecedoras.
Finalizando el evento la cereza del pastel, con la audiencia y organizadores algo agotados por la ardua jornada, una mujer interrumpe abruptamente a quienes tenían la palabra gritando varias cosas, por respeto a ustedes y a quienes vivimos el episodio me limito únicamente a relatar algo que me llamó la atención, con enojo la mujer decía: “nos deben tener en cuenta también, a nosotros, no solamente a los que han estudiado, que mejor que nosotros, sabemos más que ellos”, se refería a las y los panelistas.
Panelistas que asistieron por su generosidad, pues, a ninguno se le estaba pagando y la mayoría de ellos también, con discapacidad, lo que sucedió a continuación me dejó completamente desconcertada, el auditorio cual, en un concierto de rock, comenzó a aplaudir y gritar enardecido apoyando a la señora, quien vivía con una discapacidad sicosocial, no importó la invitada con discapacidad visual que estaba en su intervención.
A continuación, uno de los organizadores del evento, trató de poner orden y solicitó el respeto por el uso de la palabra y por la persona que estaba hablando, pero su intento fue fallido, por que los gritos y la grosería de los asistentes lo impidieron, si la grosería, no tiene otro nombre, de la pena que me dio me sonrojé, me dio vergüenza con la compañera que estaba hablando y con las y los organizadores del evento.
Ustedes que me están leyendo creen que ya lo vivieron ¿Verdad? Pues, esto es típico en cualquier encuentro relacionado con personas con discapacidad; es aquí donde vale preguntar ¿Hasta donde se debe permitir las agresiones de personas con discapacidad con compañeros y con otras y otros sin discapacidad? Nos debemos seguir justificando en que es resentimiento porque históricamente hemos sido marginados, violentados y excluidos ¿Eso da derecho de tratar a los demás de manera ruin? Por
otra parte, tener que soportar semejantes cosas porque se es trabajador de una entidad distrital o estatal es demasiado triste y frustrante y una de las razones de porqué nunca me ha llamado la atención de trabajar en ninguna de estas entidades.
Por supuesto que después de esto el evento finalizó, en la fila mencioné indignada “no, ahora trabajar y estudiar es pecado” y por fortuna la crítica y la respuesta vino de aquel que temprano me decía “que yo era de ellos”, “no es pecado, es que no se debe hacer a costa de la población” ¿Se les hace conocida esta frase? Sí ya está demasiado manoseada. ¿A costa de la población? Quienes tienen la oportunidad de trabajar, ¡sí la oportunidad! Porque para nosotros trabajar no es un derecho sino, un privilegio, es por su esfuerzo y mérito, debe ser por esto que genera tanta envidia y quienes hemos estudiado nos ha tocado esforzarnos demasiado, particularmente nunca me han regalado nada, lo contrario he tenido que ser disciplinada, luchar con la ignorancia y la discriminación como a cualquier persona con
discapacidad.
Ese día y otros me planteo si vale la pena tanto desgaste y encontré la respuesta en el grupo de Ante todo mujeres Sirius, que con su solidaridad me escucharon y animaron como es característico siempre en esas mujeres y hombres que tanto me enseñan; incluso tuve mi terapia sicológica, ¡que sí que la necesitaba! Aprovecho para agradecerle al sicólogo que espontáneamente me llamó. Así mismo; a las 130 personas que asistieron a la Navidad Incluyente Sirius, porque desde sus posibilidades trajeron algo para compartir o para las anchetas, también, muchos donaron su talento y fue increíble, por ustedes sí, vale la pena. Por nosotros y por los que vienen, lo fácil sería no asistir y alejarme de todo lo que tenga que ver con nosotros, pero yo ¡me seguiré inventando cosas! A las consejeras y consejeros un saludo especial, la labor que ustedes desempeñan es muy importante, loable y transparente, por lo que les agradezco, pero también, por la legitimidad que les hemos dado nosotros, la población, les pido que lo hagan con responsabilidad, respeto y coherencia, no podemos exigir esto, si de parte de ustedes no se encuentra; del mismo modo, pido excusas de nuevo si a alguien salpiqué con estas letras, claramente no era mi intención ¿o sí?