Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy
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Nada más emocionante que salir de compras y más cuando se trata de ropa para estrenar, dicen los expertos que esta actividad disminuye el estrés y eleva la autoestima; además, sentir las texturas, disfrutar de los diseños, de los colores que mejor nos quedan, de ese vestido o blusa deseada que casualmente está en descuento, eso es irresistible ¡¿Cómo no comprarlo?!

La ropa habla de nosotros, cuenta una historia, condiciona nuestro estado de ánimo y la relación con los demás; asumimos el estilo de cada prenda lo que cambia la forma en que pensamos, a su ves, esta va ligada a los recuerdos generando distintos sentimientos; el vestirnos es un acto de significación, de comunicación y este cambia según la cultura, hace parte de la comunicación corporal.

Las distintas marcas se esfuerzan por producir prendas con estilo, únicas, pero eso sí que estén a la moda, aunque, si están a la moda ¿Qué tan únicas pueden ser? Lo importante es producir y hacerlo en masa, tendencia a la que se le ha denominado la pronto moda, moda rápida o fast fashion, que consiste en replicar lo último en la moda o mejor lo más reciente, a bajo costo y para comercializarla rápidamente.

La pronto moda soluciona el afán de vestirse con modelos que están en tendencia y también, ha permitido que personas de bajos recursos puedan adquirir algo nuevo disfrutando de esa sensación confortante que es estrenar; las marcas compiten por ser las primeras en ventas por lo que se inventan distintas estrategias para lograr la fidelidad del cliente, pero con tanta competencia esta es corta.

Marcas como  Bershka, Zara, H&M y Forever 21 se esfuerzan por mejorar los procesos de diseño y producción del producto involucrando al cliente y gastando millones de dólares en publicidad, así mismo, usan en sus campañas personas reales para generar mayores emociones en los compradores y descuentos constantes para que la oferta sea irresistible.

Sin embargo, la inmediatez en la fabricación textil genera que estas industrias realicen procesos altamente contaminantes y poco cuidadosos, produciendo prendas con ciclos de vida muy cortos, que rápidamente son desechadas, es decir, contaminando no solamente durante el proceso de fabricación, sino también cuando se desecha la prenda, puesto que esta no es tratada de forma adecuada, por el contrario termina en algún vertedero.

Por ejemplo, en el desierto de Atacama al norte de Chile son arrojadas toneladas de ropa al año; la mayoría usada pero también nueva, gran cantidad de esta ropa proviene de China, Estados Unidos y Europa, y la mayoría es donada por personas que creen que será entregada a quienes la necesitan en países pobres, desconociendo que es comercializada.

Generando, por una parte, graves problemas ambientales, pues con el calor y la humedad el proceso de descomposición se hace altamente tóxico, y por la otra problemas sociales, puesto que grupos de personas se dedican a buscar entre las montañas de ropa prendas que se puedan vender o usar, sin ninguna protección y exponiéndose a sustancias nocivas para la salud.

Si bien es cierto que la mayoría de estas montañas son de ropa, entre estas se pueden encontrar zapatos, bolsos y otros elementos, haciendo de este un paso obligado para muchas personas migrantes que durante sus largas caminatas, buscando una vida digna, pierden sus pertenencias y aquí encuentran una solución para vestirse y quizás para conseguir algo de dinero vendiendo esta mercancía.

Es tan grave la crisis ambiental generada en el desierto de Atacama, que en el afán de desaparecer millones de toneladas de ropa se ha optado por incinerarla, lo que produce gases altamente tóxicos, también, la han enterrado bajo tierra, solución que es desastrosa para el medio ambiente; Sin embargo, en contraste personas han creado proyectos donde reciclan estas prendas aumentando su vida útil y con procesos donde no usan agua.

La pronto moda es efímera, tendencia que existe hace 30 años y en los más recientes su uso ha crecido desaforadamente, el afán de las marcas por vender es tal que algunas sacan hasta 52 micro colecciones al año, cuando generalmente en la industria de la moda se daba énfasis a la colección primavera verano y de invierno.

Lo más grave de esto es que no solamente hay una sobre producción y el fomento al exceso de consumo sino el aterrador daño ambiental, para producir un pantalón en jean se invierte 7.500 litros de agua; según un estudio de la Organización de Naciones Unidas ONU, esta industria desperdicia un 20 % del agua que se pierde al año en el mundo y cada segundo quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura.

Si lo anterior es preocupante, no es un secreto las pésimas condiciones de los trabajadores de esta industria, jornadas de más de 14 horas continuas, trabajo infantil, sin garantías laborales, en barcos o bodegas encerrados y siendo parte de la esclavitud moderna.

Al reflexionar sobre esto es imposible no pensar en nuestro closet y la urgencia de cambiar nuestro estilo de vida, y digo nuestro porque particularmente soy apasionada por los vestidos, zapatos, bolsos, accesorios, cosméticos y cuanta pendejada se me atraviese.

Al inicio del 2020 a causa de la pandemia se presentó una disminución notable de las ventas de distintas industrias, entre estas la textil, aunque aumentaron las de pijamas, ropa deportiva, tenis, pantuflas y todo lo que permita la comodidad desde casa; posterior a la vacuna las ventas se han venido recuperando lentamente.

Se hace necesario implementar una economía circular donde se reutilice, repare, alquile y se comparta, siendo conscientes de lo que consumimos, reduciendo las compras de ropa, no siguiendo tendencias efímeras, ni creyendo en las necesidades falsas que nos impone el mercado, vendiéndonos innovación, belleza y prestigio.

Hace 40 años se acostumbraba a estrenar dos o máximo tres veces al año, en el cumpleaños, navidad y año nuevo, y la ropa debía durar todo el año, en las familias se heredaba la ropa de los hermanos mayores y se rotaba con primos, otros familiares e incluso vecinos.

Una opción que ayudaría es comprar ropa de segunda, del mismo modo, arreglar prendas que ya se tengan para reutilizarlas, existen diseñadores que renuevan prendas usadas y crean una nueva con un estilo único y en tendencia.

Otras son volver al trueque, iniciando con familiares y amigos, esta tendencia va en aumento, existen miles de grupos que se dedican a esto y no solo ayuda al medio ambiente sino al bolsillo, también, pedirle prestada la ropa a las amigas, además esto permite renovar el vestuario, afianza redes de apoyo, amistades y contribuye a la economía circular.

Es urgente incentivar el consumo responsable, no comprando pronto moda, sino por el contrario adquiriendo los distintos productos en tiendas de marcas sustentables, que garanticen calidad y durabilidad, apoyando lo nacional y lo hecho por pequeños emprendedores.

Dicen que aunque la mona se vista de seda, mona se queda, que el que se viste de amarillo a su belleza se atiene, y que la moda no incomoda, pero con toda esta catástrofe, incomoda y bastante, compartamos lo que tenemos, por favor nada a la basura.
Dios ayúdanos a no caer en la tentación de las ofertas.