Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy
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Esta cruel pandemia nos ha cambiado la vida y la forma de relacionarnos, nos ha encerrado, alejado de nuestros familiares y amigos, nos ha negado los abrazos y las oportunidades de manifestar nuestros sentires con una caricia, con cercanía, o con un encuentro; nos ha obligado a decir adiós a la distancia, en silencio, sin la posibilidad de escuchar la última palabra o suspiro y más doloroso aún sin un cuerpo, del cual despedirse en calma y sin miedo, que permita un duelo. Lo anterior, ha provocado el aumento de enfermedades mentales y en algunos casos que se adquiera una discapacidad sicosocial.
El sector económico en general es uno de los que más se ha afectado con el COVID 19 y en el afán de reactivarlo se han tomado distintas medidas como la de cielo abierto, que permite el uso del espacio público, para que propietarios de cafés, restaurantes y bares lo usen como extensión de sus locales instalando mesas y sillas en andenes, plazoletas y parques, entre otros para atender a los comensales, sin importar los derechos y necesidades de miles de personas con y sin discapacidad.
Si antes de esta situación, desplazarse por Bogotá sin ver era toda una odisea, ahora se trata de una carrera de obstáculos e indiferencia; proeza a la que se tienen que enfrentar miles de mujeres y hombres con discapacidad, que no siendo suficiente con la invasión de los andenes espacio que es público, con: carros, motos, puestos de ventas ambulantes o peor aún en la tableta guía para personas con discapacidad visual con: bolardos, postes, canecas o señales de tránsito, ahora se le suma plantas ornamentales, cintas de seguridad, avisos, muebles y algunos propietarios y comensales incómodos, porque sin aviso alguno un ciego sorprende con un estruendo moviendo todo de lugar y quizás esparciendo algo de las delicias gastronómicas por el suelo, situación molesta para todos los implicados y por supuesto también, para la persona con discapacidad, que no solamente queda indignada, molesta, si no que en la mayoría de los casos golpeada.
Por otra parte, el miedo con el que nos han obligado a vivir, ha causado que seamos más desconfiados, que no queramos tocar nada, ni ser tocados porque el virus todo lo invade, lo daña y está en todas partes, además, comunicados de instituciones que supuestamente nos representan, señalándonos como foco de contagio, insistiendo en que las personas ciegas y baja visión tocamos absolutamente todo, siendo unos trasmisores en potencia del virus, lo que nos estigmatiza reforzando imaginarios sociales y provocando discriminación, que no solamente ha anulado las mínimas posibilidades de un trabajo formal, si no que, en muchas ocasiones mujeres y hombres con discapacidad visual no cuentan con ayuda de algún transeúnte, por ejemplo, al cruzar una calle o al encontrar un lugar o dirección, añadiéndole más atenuantes al fuerte estrés que implica movilizarse por esta basta ciudad sin ver.
Es urgente proteger la vida e implementar las medidas necesarias para esto, a su vez, reactivar la economía, pero no desconociendo las necesidades de algunos y la alteridad en la que cabemos todas y todos. Con respecto a la crisis social que está viviendo nuestro país es alarmante, según cifras del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), en el año 2021 46,1% de la población está en condición de pobreza, situación que afecta más fuertemente a las mujeres; aunque, este estudio no hace referencia a la población con discapacidad, es real que todas estas situaciones inciden con mayor severidad sobre nuestra comunidad, que estamos viviendo una emergencia humanitaria y que las distintas instituciones y entes gubernamentales se han desentendido por completo de esta problemática, constante a la que las personas con discapacidad nos hemos enfrentado históricamente.
En definitiva, no hay más alternativa que intentar sobrevivir, apoyando distintos emprendimientos, siendo solidarios, por su puesto practicando la ética del cuidado y por si acaso, el tapabocas, gel antibacterial, alcohol, añadir un casco de protección, canilleras, rodilleras, el famoso mertiolate, curitas, pomada verde para el dolor y listo para salir, eso si madrugue más porque la lista es larga y mientras tanto ¿para cuándo la vacuna para todas las personas con discapacidad?