Por: Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy
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Hoy me dirijo a ustedes con amor, respeto y desde lo más profundo de mis entrañas, como lo he hecho en varias ocasiones ¡Resalto hablo desde mi experiencia y sentires! El domingo 29 de septiembre de 2024 en el programa Los informantes del canal CARACOL, publicaron la historia titulada Cirugía de corneas artificiales transforma y devuelve la visión a pacientes, que evidenciabados casos de personas ciegas que con un trasplante de corneas artificiales recuperaron la visión.
Los mensajes por WhatsApp no se hicieron esperar, personas que me invitaban con alegría y esperanza a ver el programa, curiosamente una de ellas corrigió “a escuchar”, usualmente veo este programa porque me parece interesante y me gusta ¡Si veo! porque, aunque, parezca imposible existen otras formas de ver; a mi madre también, la localizaron distintas personas para que no se perdiera este capítulo.
Curiosamente ese mismo domingo estuve como invitada en el programa Encuentros BLU con Felipe Mallarino, en Blu radio, hablando como siempre de temas de inclusión y nuestras distintas campañas, por lo que estando al aire mencioné dos números de contacto para estas y efectivamente recibí varios mensajes, pero no referente a mis campañas si no a Los informantes y que me podía curar.
¿Curar? ¿Por qué continúan percibiendo la ceguera, la discapacidad como una enfermedad? ¿Por qué nos juzgan desde lo violento de la normalidad? ¿Por qué en nuestra cotidianidad, en la calle tenemos que aguantar que extraños nos pongan las manos en la cabeza, hagan una oración pidiendo que se nos salga el demonio? ¡Es tan difícil comprender que siendo ciegos o baja visión podemos tener una vida digna y ser felices!
Hace 9 años dejé de ver, antes me acompañaba mi baja visión, y aunque, una amiga me dijo: “ya estabas preparada” cuando quedé ciega ¡Jamás se está preparado para esto! O en mi caso no; cuando tenía menos de un mes sin ver conocí a alguien que me dijo: “eres una mujer linda, inteligente y que quiere mucha gente, no necesitas ver” y eso jamás se me ha olvidado. He vivido distintos momentos incómodos, pero sobre todo que me dan rabia.
Muchos de ustedes me conocen, soy una mujer generosa, transparente, vanidosa, malgeniada, consentida, pero sobre todo apasionada por lo que hago, como muchas mujeres; he tenido que soportar que en pleno duelo el sicólogo me haya dicho: “tienes que resignificar eso de ser vanidosa, por tu nueva condición”, o que un conductor de servicios de transporte por aplicación afirmara: “si usted viera fuera hermosa”, lo que piensan varios, pero no lo dicen.
También, que desconocidos en hoteles, restaurantes, teatros y hasta en la playa se conduelan con quienes me rodean por mi condición, que al intentar subirme a un Transmilenio me empujen y tiren el bastón porque les hago estorbo, que quienes conocen mi historia afirmen: “o sea que
antes eras normal”, porque mi discapacidad no era visible; situaciones que viven todas las personas con discapacidad.
Lo que verdaderamente me indigna es que por más que estudiemos, nos preparemos y tengamos experiencia en cualquier área, siempre nos van a medir por nuestra discapacidad y a negar cualquier oportunidad; que en Colombia el 78 % de 7 millones de personas con discapacidad vivan
por debajo de la línea de miseria. Que en la vida escolar no tengamos ajustes razonables que garanticen nuestro derecho a la educación; que niñas y niños en esta condición estén escondidos en sus casas, sin futuro por la ignorancia de sus familiares y que en nuestro país se permitan prácticas tan detestables como la esterilización forzada a niñas y mujeres con discapacidad.
En mi ceguera he encontrado un sin número de ventajas como disfrutar de una fusión de sabores en un solo bocado, reconocer un lugar por sus sonidos y aromas, identificar a una persona por sus movimientos al caminar, deleitarme con el aroma de la mezcla de ingredientes en una cocina, darme el gusto de sentir con toda la piel y lo más importante conocer y aprender de personas maravillosas que comparten el no ver.
También, he tenido que reaprender varias cosas y como se puso de moda en la pandemia reinventarme, gracias a mi red de apoyo y a los pensadores de la discapacidad que, por ejemplo, se refieren al arte del no ver y a la conciencia del no ver, este proceso ha sido cordial y satisfactorio.
Vivimos distintos momentos de frustración, como cuando se cae algo y por más que nos arrastremos no lo encontremos y nos resignamos a pedir ayuda a alguien que vea y apenas se asoma dice: “mírelo hay está”, o cuando con una puerta que alguien dejó mal cerrada o nosotros mismos nos damos un golpe que literalmente nos hace ver estrellas.
Igualmente, cuando estamos practicando deportes extremos, o sea caminando por Bogotá y nos estrellamos con cualquier obstáculo y la sangre nos recuerda que, aunque, muchos no lo crean ¡Somos humanos! Cuando preguntamos ¿Qué ruta es esa? Y nadie nos contesta; cuando queremos cruzar una calle y pedimos ayuda, pero nadie nos escucha o pasan con indiferencia ¡Pero lo peor es cuando confiamos en quienes ven y nos decepcionan!
De ver extraño los colores en un hermoso vestido, los degradé de un sublime atardecer en Bogotá, los espectaculares verdes de nuestra sabana, la seguridad al caminar, el arte de un cuadro, la majestuosidad de un monumento o construcción y la ternura de los rostros de mis sobrinas.
Por el contrario, me asustaría volver a ver y reconocer en un espejo el paso del tiempo, tener que aprender de nuevo actividades tan básicas como caminar, comer y construir otra yo; si viera ¿Cómo me pararía en un escenario y enseñaría de inclusión y diversidad? Si viera ¿Cómo les explicaría a mis estudiantes que hay distintas formas de comunicar y que no solo somos ojos?
Si viera ¿Cómo creería en el arte de no ver y haría parte de Café A Ciegas? Si viera ¿Cuál inclusión social defendería? Si viera ¿Por cuales derechos lucharía? Si viera ¿Qué pasaría con la fundación Sirius una Nueva Luz? ¡Mi causa de vida! Si viera ¿Cómo promulgaría que antes de una discapacidad somos mujeres? Si viera ¡Simplemente no sería yo!
Los avances en la ciencia son maravillosos, pero deben estar al alcance de todos, la famosa cirugía cuesta 36 millones de pesos, incansable para la mayoría de personas con discapacidad visual, en mi caso no me serviría porque mi patología está en el fondo del ojo; además, tengo 20 cirugías profundas, más de 180 a rayo láser, ya perdí la cuenta y he sufrido tanto dolor en los ojos que no quiero más intervenciones ¡Quizás cuando me agobie la soledad cambie de opinión!
Por favor no nos quieran sanar, exorcizar, normalizar, rehabilitar ¡Acéptenos como somos! ¡Que sería del mundo sin nosotros! ¡Sin la riqueza cultural que tenemos en los modos de hacer! Aunque, nuestra discapacidad genere vergüenza social y les de pena salir con nosotras ¡Podemos vivir con eso! Saben, también, podemos tener una vida digna, proyectos, metas y deseos y sobre todo ¡ser felices! ¡Esta es mi respuesta!