Por Tatiana Yelena Rodríguez Mojica. @tatiana_tatiy
Recuerdo que en un almuerzo que me encontraba una mujer de 28 años con discapacidad visual, le preguntaba a sus padres: ¿Puedo pedir pechuga?; Este tipo de comportamientos son frecuentes en personas con discapacidad, reforzando ese imaginario cultural que las personas con discapacidad no son autónomas y que para todo necesitan guía o autorización.
Para cualquier ser humano y para llegar a serlo es fundamental la familia, aún más si se tiene alguna discapacidad, son los padres quienes tienen un papel vital en la vida de la persona, depende de ellos que la persona con discapacidad se desarrolle, adquiera conocimiento, logre sus metas y deseos y en conclusión tenga un proyecto de vida. Lamentablemente ninguna familia se prepara para la discapacidad y la falta de conocimiento e inexperiencia hacen que los padres o cuidadores cometan errores gravísimos, como el exceso de sobreprotección y la inutilización de la persona.
Cuando nace una niña con discapacidad es educada para estar en la casa protegida de los peligros, lo que genera profundos miedos e inseguridades.
Es alarmante que muchas niñas, luego mujeres con discapacidad, son anuladas por sus padres, inutilizadas o utilizadas únicamente para tareas domésticas, toda la familia se encarga de moldearle la conducta creándole tanta incapacidad de actuar y decidir que pareciera que se tuviera más de una discapacidad.
Es increíble el descuido de algunas mujeres con discapacidad, en alguna ocasión al ingresar a una oficina, la señora que me atendió me dijo: “se nota que hace poco perdiste la visión”, le pregunté ¿Por qué?, “porque estas bien arreglada”, tristemente muchas personas con discapacidad no cuidan su aspecto personal porque desde pequeñas su entorno familiar las descuidó y nunca se les enseñó esto. Conocí el caso de una mujer con discapacidad cognitiva que no se bañaba frecuentemente, porque a su mamá no le parecía importante, además estando así, para qué?; Lo que refuerza esos imaginarios culturales que las mujeres con discapacidad son poco atractivas, desagradables y dejadas. Aumentando la discriminación.
Es cierto que la barrera más grande para las personas con discapacidad es la social, las otras personas, la ignorancia. Particularmente en mi caso he vivido escenas que parecen increíbles, cuando fui a sacar mi pasaporte debido al nuevo cambio del 2016, la persona que me estaba tomando la foto le dijo a mi mamá “por favor le quita los aretes“, quizás creía que por tener discapacidad visual no lo podría hacer por mí misma; en el Aeropuerto Palonegro de Bucaramanga una policía le dijo a mi acompañante “dígale que levante los brazos”, era para pasar el detector de metales.
Lo mejor de la discapacidad son las escenas demasiado divertidas o absurdas que vivimos y basta con subirse en un Transmilenio para comprobarlo, esto es Colombia, me encontraba de pie en uno de estos articulados, cuando siento que una señora mayor me coge con sus dos manos la cintura, me la frota y dice “esta niña si que es finitica” lo que jamás hubiera hecho con una desconocida sin discapacidad. En otra ocasión estaba sentada en una silla azul cuando una señora me empieza a insultar, entre tantas cosas que dijo resaltaba: “pero si usted es joven, bonita, hasta bien vestida, lo único es que no ve”, eran sus argumentos para que yo me levantara de la silla.
Del mismo modo me han hecho preguntas como “¿Cómo haces para vestirte?, ¿Quién te escoge la ropa?, incluso una que me pareció tan absurda y hasta divertida, ¿Ustedes cómo hacen para bailar? ¿Sienten las vibraciones?.
Me encontraba en un bar con un amigo y mientras él va al baño y yo estaba sola se me acercó una mujer, me abrazó, pegó su cara con la mía y me dijo “cómo estas muñeca?, chévere la canción que pediste, me abraza fuertemente, luego se dirige a su mesa y al cabo de unos minutos nos manda una cerveza. En la calle una mujer me aborda y me dice: “ la felicito usted camina muy rápido, y eso que está en tacones”; es claro que aunque estas escenas suelen ser graciosas también son molestas e incomodas.
Es evidente que a las mujeres con discapacidad se les presentan más barreras sociales, laborales, académicas, familiares que a los hombres con discapacidad. Es el caso de Adriana Morales quien tiene baja visión, en el año 2010 ingresa a la Universidad Iberoamericana a estudiar fisioterapia, desde ese momento empieza a sufrir actos de discriminación, los profesores la persuadían para que cambiara de carrera, le sugerían educación especial, porque con su discapacidad era muy difícil que llegara a graduarse , pero Adriana con su perseverancia y esforzándose todos los días demostraba que ese era su sueño y que ser Fisioterapeuta era su meta, además no era la primera persona con discapacidad visual que elegía esta profesión, ya existían fisioterapeutas con discapacidad visual.
Académicamente superaba diferentes retos, pero constantemente le ponían barreras y le recordaban que ella tenía una discapacidad, le resaltaban que si no podía utilizar ciertos elementos como iba a ser con los pacientes?, lo más triste es que muchas de esas herramientas si se podían adaptar, pero no lo sabía.
Adriana supera la practica uno y la dos, pero cuando llega a la tres terapia respiratoria, se agudizan las dificultades, esta área de la fisioterapia requiere toda la atención y concentración, debido a que se pone en práctica con pacientes de alto riesgo y aunque a ella no le interesa porque se quería dedicar a otros campos de esta profesión, la Universidad si lo exige como un requisito para graduarse; pasa por varios hospitales donde realmente no podía avanzar en este tema.
Recuerda con nostalgia cuando una profesora durante la práctica, le dice: “péguese a la pantalla del computador para que pueda leer la historia clínica”, debido a que el lector de pantalla con que ella usa el computador no era compatible con el sistema del hospital; Adriana pasó más de dos horas pegada a la pantalla tratando de leer, lo que le generó frustración, estrés y dolor de cabeza.
“No me gusta hablar de esto es muy doloroso, no pude lograr uno de mis sueños, realizarme como Fisioterapeuta” menciona con profunda tristeza.
Esta joven lideresa y artista busca ayuda en diferentes instituciones como el INCI (Instituto Nacional para ciegos) que intentan mediar con las directivas de la Institución; también envía varios derechos de petición, pero la respuesta de la Universidad sigue siendo la misma: “si no pasa terapia respiratoria no se puede graduar”. Luego de esta lucha desgastante, dolorosa y en la que se encontraba sola, Adriana decide en el año 2016 retirarse de la Universidad. Lamentablemente este tipo de casos se repiten constantemente en las Universidades y Colegios de nuestro país, vulnerando el derecho fundamental a la educación.
Según cifras de SISPRO – junio de 2017 Ministerio de Salud y Protección Social, en Bogotá de las 32.225 personas con discapacidad visual que están en la edad de estudiar, solo 3.185 mujeres y 3.774 hombres asisten a las aulas.
Sin duda es nuestra responsabilidad como mujeres denunciar y visibilizar estas situaciones, para que un futuro cercano no se vuelvan a repetir y que la inclusión en las universidades no se quede solo en el papel y buenos propósitos.
De igual manera cuidar de nosotras, de nuestra higiene y apariencia personal, fortalecer el autoestima, trabajar en movimientos feministas que luchen por los derechos de las mujeres en general, no debemos estar aisladas, compartir escenarios académicos, profesionales, sociales con los hombres, enseñarles a ellos nuestras capacidades, la forma de tratarnos , el respeto que merecemos teniendo en cuenta que antes que una discapacidad somos mujeres.